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Ya nada es igual

Actualizado: 28 oct 2020

Por: Angélica Guisbert P-

Ilustración de Angélica Guisbert P.


El 11 de marzo de 2020 se confirmaron los primeros casos por coronavirus en Bolivia. El mismo día, la Organización Mundial de la Salud declara alerta sanitaria a nivel mundial por la nueva pandemia del Covid-19. Día después, el Gobierno brinda un comunicado a nivel nacional informando la suspensión de clases en el país. 

Ese fue el inicio de una crisis que no muchos entendíamos aún. Algunos se abastecían por temor y otros simplemente ignoraban lo que sucedía. Y quedan los que solo esperaban a que esto terminase pronto. Muchos teníamos la esperanza de volver a abrazarnos en menos de lo que imaginábamos. Por eso, algunos jóvenes como tú y como yo; nos despedíamos ese 12 de marzo de nuestros amigos, compañeros y maestros con un "Nos vemos en dos semanas" entre sonrisas y felicidad. Sin embargo, nunca creíamos que ese "hasta pronto" para muchos fuese un "adiós". 

En Cochabamba, se vive el día Nº 292 de cuarentena. Cientos de escuelas, universidades y trabajos buscaron adaptarse a una modalidad virtual para así intentar seguir adelante. Muchos no lo lograron. Negocios cerraron por quiebre. Niños y jóvenes dejaron sus estudios por falta de recursos. Por esa razón, se clausuró el año escolar en el país. Y abrió una brecha de inseguridad en esos graduados que temen por la nueva vida académica que les tocará.

Por otro lado, aún quedamos los estudiantes universitarios quienes estamos luchando en esta crisis para cumplir el anhelo de ser Licenciado, Ingeniero o Magister. Sin embargo, este semestre ya no es igual. Muchos nombres no fueron mencionados más. Algunos optaron por no continuar, porque ya no pueden pagar la matricula o el Wi–Fi para poder alimentar a su familia. Otros, están batallando por salvar a sus seres amados de esta enfermedad. Las sonrisas no son las mismas sin ellos. 

Todo es tan distinto... Pensar que al inicio nuestros docentes no sabían si quiera cómo encender una cámara y ahora, parecen tener maestrías y doctorados en plataformas digitales. Las clases ya no se sienten tan extrañas, nos acostumbramos a vernos en recuadros pequeños del Zoom. Antes, era raro observarnos en pijama, con el desayuno en cama o recién levantados pues actualmente todo eso es normal. Conocemos las habitaciones de nuestros compañeros, sus mascotas y a veces logramos escuchar a sus mamás pidiéndoles que ordenen su casa. 

Sin duda, logramos adaptarnos a los estudios virtuales, aunque aun se tengan  dificultades. Es increíble el cambio que existió. Muchos lazos entre compañeros con los que nunca interactúabamos, se crearon y fortalecimos amistades. A quienes no escuchabas hablar en clases presenciales ahora son los que más participan. Algunos pudimos alcanzar la excelencia el semestre pasado o llegar a calificaciones casi perfectas. Gracias a ello, ganamos esa beca o ese descuento que nos brinda esperanzas para seguir. Pero hay algo que no se ve detrás de esa pantalla. Ahora, los días parecen repetirse y nunca avanzar. Los ojos pesan y arden más. La ansiedad se ha apoderado de muchos de nosotros. La silla ya no es tan cómoda. Las deudas te atormentan como pesadillas de madrugada. Las lágrimas parecen ser parte de los trabajos y existen momentos donde piensas ¿Voy a lograrlo? ¿Soy capaz? ¿Por qué me siento así? Y no, no estamos enloqueciendo; sino que la diferencia es esa, ya nada es igual; ni lo será. La abuela ya no está, las mañanas son más tediosas, la interacción en familia parecen ser peleas constantes, la frustración al no entender algo en la universidad te consume, y ese nuevo temor, el de escuchar un “Se contagió" “No hay donante” “Falleció” es el que te persigue día a día. 

Hoy es 26 de octubre y los sueños, las metas, los “nos veremos pronto” siguen ahí, intentando no apagarse. Solo queda decir: Lo estamos haciendo bien; esta es nuestra primera pandemia de muchos. Asi que, la esperanza y el esfuerzo son las herramientas más fuertes hoy. Sigamos luchando que de está saldremos todos.

 
 
 

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