Un mundo sin rostro
- Ariel Rodriguez A.
- 13 nov 2020
- 2 Min. de lectura
Por: Ariel Rodriguez A.

El año 2020 fue uno que algunos califican como errático o incluso apocalíptico. De
repente, surgieron múltiples problemas y amenazas por todo el globo: amagues de
guerra, crisis diplomáticas y, la situación más grave de todas, el COVID-19.
En cuestión de meses, un virus nuevo proveniente de China se expandió por todo el
mundo. La mortalidad del mismo y la seriedad del asunto fueron detectadas tarde por
varios gobiernos del mundo, lo cual aceleró su expansión. Muchos países cerraron sus
fronteras dejando de lado tratados internacionales. Sin embargo, estas medidas
resultaron inútiles. Por lo tanto, se tomaron otras más drásticas.
Casi todas las naciones del mundo entraron en cuarentenas totales. El comercio cesó, las
escuelas y universidades cerraron sus infraestructuras, la misma economía tuvo un paro.
Haciendo referencia a la película de 1951 dirigida por Robert Wise, 2020 es el año en
que la Tierra se detuvo. Esta situación afectó mucho a países que, en palabras objetivas,
son considerados sub desarrollados. Bolivia es uno de ellos.
Hace once meses empezó esta locura en el mundo. Para nosotros los bolivianos,
empezó hace ocho. El pasado marzo, los vientos del confinamiento comenzaron a llegar
desde poniente. En todos los medios de comunicación comenzaron a circular las
precauciones que deben formar parte del día a día de todas las personas de ahora en
adelante. Palabras tan extrañas como “distanciamiento” y “bioseguridad” se volvieron
rutina.
Desde luego, una de las mencionadas precauciones fue el uso de una mascarilla para
evitar el contagio por vía respiratoria. Estas mascarillas cubren aproximadamente el 60%
del rostro de una persona. Nuestra humanidad cubierta.
En el mundo del cine y la literatura, existe un secreto conocido por todos: es beneficioso
que los villanos o figuras antagónicas de una historia lleven una máscara. Al cubrir el
rostro de un villano, se lo despoja de su humanidad. De esta forma, el espectador no crea
ningún tipo de vínculo social ni emocional con el enmascarado. Esta técnica se puede
ver mayormente en obras fantásticas y de ciencia ficción.
El rostro de un ser humano es su marca de identidad; la carta de presentación para el
mundo. Cuando miramos a alguien, lo primero que notamos es el rostro de esa persona.
Sin ir más lejos, la cara posee una cantidad considerable de músculos. Estos músculos se
clasifican, por su función, en masticadores y expresivos. Los músculos expresivos
superan por mucho en número a los demás. De esta forma, el rostro se constituye como
la primera y más innata forma de comunicación en el ser humano.
Entonces, ¿qué pasa cuando casi todo nuestro rostro se encuentra cubierto por una
máscara protectora? ¿Perdemos nuestra humanidad? En tiempos mejores, al ir de
compras a un mercado, se podía observar a muchas personas haciendo lo mismo o
ganándose a vida. Ahora solo vemos figuras andantes con el rostro cubierto. Es posible
que la primera línea de comunicación se haya perdido.
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