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Los fantasmas de las noches más frías

Alguien me habló anoche. Abrió la puerta como un fantasma y comenzó a susurrarme historias al oído. Me contaba crónicas de terror y de aparecidos pintados en las paredes de los límites del mundo. No decía su nombre, pero me contaba, intentando contener el llanto, la historia del mundo. Me confesaba sus penas y alegrías, sobre su historia y su vida. Él decía: “El mundo está lleno de fantasmas que nadie quiere ver. Ahora son todos sordos, mudos y ciegos”.

Algunos fantasmas nacen de los encierros o renacen. Tal vez siempre estaban ahí. Aunque a unos los encierran tierras de pavimento y kerosén, montañas de cemento con formas extrañas: la urbanización.

Unos le temen, a los fantasmas; lo esconden y se esconden. Los rutinarios tratan de seguir al tren, rápido, pasando encima a todo lo que se les ponga en el camino; el desarrollo, el ritmo al que va el mundo. No, no son errores de redacción, son de lectura. Los gobiernos no leen mucho, especialmente el contexto. También hay otros que no quieren subir al tren, se resisten; resisten a todo … a la vida y la muerte. A veces la vida es injusta. Ya lo decía un residente: “el jugo de mi lucha no es artificial, porque el abono de mi tierra es natural”.

El fantasma es lo que queda de todas las bocas que no han podido hablar y por las noches susurrar. En la cuerda floja de la justicia, la inestabilidad los deja morir en sus casas. ¿Vivir, subsistir o sobrevivir?

Algunos derechos se convierten en privilegios. Algunas necesidades se convierten en lujos. Una de las venas abiertas de América Latina como afirmaba Galeano en 1971 “El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes”.

El fantasma del hambre recorre todo el mundo por las noches. Las madres lloran. No hay leche en su pecho; no hay sinergia. No pueden amamantar al niño. Muchos mueren así, en el regazo más cálido. El frio no pasa, especialmente si es julio. Otros sobreviven con gotas de esperanza a la espera de cartas, así lo afirmaba García Márquez en 1961 “La ilusión no se come -dijo ella, no se come, pero alimenta –replicó el coronel”.

Hay decisiones que se tomaron sin consultar. A veces las medidas para solucionar problemas tienen mayores efectos secundarios. Una cura más cancerígena que el glifosato entrando a la tierra, a las personas y destruyendo cultura. En nombre del desarrollo las decisiones menos democráticas se toman. La hambruna arrasa como los pesticidas en los campos, como el fuego en los bosques.

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