EDUCACIÓN VIRTUAL: ¿UN PRIVILEGIO O UNA DESVENTAJA?
- María Fernanda Vargas R.
- 12 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Por: María Fernanda Vargas Ramírez

Todo comenzaba un 10 de marzo de 2020, cuando el ex ministro de Salud, Aníbal Cruz,
confirmó los primeros dos casos de Coronavirus en Bolivia. El 12 de marzo, la
presidenta transitoria Jeanine Áñez comenzó a tomar “cartas en el asunto” al declarar
“Estado emergencia sanitaria por COVID-19”.
Una de las decisiones tomadas fue suspender las clases, tanto de colegios fiscales, de
convenio y privados, como de universidades públicas y privadas a nivel nacional. De
esta manera, desde el 16 de marzo fue “una alegría” para muchos colegiales no asistir a
su unidad educativa. Fue un cambio radical. Es decir, alteró su rutina. Pasaron de lustrar
sus zapatos negros para ir al colegio con una apariencia prolija y presentable a estar en
pantuflas en la clase; pasaron de sentarse mirando a la pizarra para atender a la
explicación de los maestros a sentarse mirando a la pantalla de la computadora o
“tablet”.
Incluso a los padres de familia les agarró desprevenidos. La gran mayoría, dejó su
profesión de lado, y se convirtieron en profesores particulares para sus hijos. Por
ejemplo, si es que se llegaba a pasar clases en la mañana, a la hora de realizar tareas,
cada progenitor o encargado de cada escolar debía recapitular el tema avanzado. A
medida que iban pasando los meses, ya se estaban acostumbrando a entregar tareas por
distintas plataformas. Sin embargo, el 2 de agosto, el ministro de la Presidencia, Yerko
Nuñez, mediante una conferencia de prensa, anunció la clausura del año escolar.
Los flamantes bachilleres no se esperaban esta determinación por parte del Gobierno.
Incluso algunos debían encontrarse realizando sus tareas cuando el ministro indicó la
clausura del año escolar. Más allá de que los estudiantes de las promociones no tengan
su acto de graduación, su fiesta de gala, o su esperado viaje, ¿se consultaron con qué
base estarían yendo a la Universidad?
Por suerte, no faltaron las unidades educativas privadas. Estas comenzaron con sus
ofertas de clases virtuales. Se supone que fue con dos intenciones: la primera, seguir con
la educación, y la segunda, es pagar el sueldo a los maestros, porque en ellos no
pensaron los del Gobierno. Si bien los maestros que trabajan en colegios fiscales
seguirán recibiendo su sueldo, los profesores de colegios privados fueron
“abandonados” a su suerte y, por supuesto, los directores de los establecimientos se
encontraron en aprietos.
Tal vez para las personas con estudios superiores vinculados a la virtualidad, es
coherente defender y mantener la postura de la pertinencia de alcanzar esta nueva era y
crear una familiarización con la tecnología; salir de lo arcaico. Sin embargo, no muchos
gozaban del privilegio de tener una computadora, “tablet”, un celular con una cámara
razonable en cuanto a resolución. Es más, algunos no contaban con una buena banda
ancha de internet.
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