Por: Daniela Andrea Robles Rivera
La zona de confort refiere al lugar donde nos sentimos cómodos. Por esa razón, suponemos que es nuestra rutina. La frase “sal de tu zona de confort” nos alienta a hacer cosas de las cuales no estamos seguros. Es agradable cuando arriesgamos y esto nos aporta y hace crecer como personas. Nos ayuda a avanzar. Sin embargo, ¿qué pasa si no necesitamos arriesgarnos para progresar?
Muchos no encontramos la zona. Es imposible salir de un lugar al que nunca hemos entrado. A pesar de ello, estamos en tensión porque no hicimos ni aprendimos algo nuevo. En 2020, un sondeo hecho por Isabela Morales, autora del artículo “Productividad en cuarentena, presión social para los jóvenes”, de la Universidad de Manizales dice que 29 de 45 estudiantes de dicha universidad se sintieron presionados al ver publicaciones en las redes sociales sobre hacer varias actividades durante la cuarentena. En internet, este tipo de contenido ha aumentado, así “generando la sensación de acumulación de cosas pendientes”.
La vida común, la rutina a la que llaman “zona de confort”, lleva un sinfín de eventos desafiantes. Incluso, ¿no se supone que todo por lo que trabajamos, lo hacemos para llegar a un “lugar” donde nos sintamos seguros y satisfechos?
Cada día hacemos cosas que nos incomodan o nos dan miedo. Las hacemos porque son necesarias para avanzar o para sentirnos aceptados. Cosas tan simples para algunos como conocer nuevas personas, decir lo que pensamos, dar exámenes, pedir favores, publicar algo nuevo en Instagram y más, pueden ser retadoras para otros. Es importante trabajar en nuestros puntos débiles disfrazados de comunes para mejorar. Pues no hay porque salirse de la rutina cuando hay mucho para mejorar en ella.
En estos momentos de cuarentena, el objetivo es mantenerse sanos para frenar el esparcimiento del virus. No necesitamos aprender otro idioma, ni cocinar, ni tejer. Si alguien quiere hacerlo, ¡adelante! Si alguien no quiere, ¡no te frustres! Nuestra única misión es quedarnos en casa.